martes, 10 de abril de 2007

Había una vez.. .. ..(2º parte)


.. .. ..Un día la Princesita salió con su padre a visitar la aldea, pues sus súbditos querían homenajear a sus monarcas. Habían preparado una representación teatral, y luego un gran festejo. Pero la Princesa se aburría. Únicamente podía pensar en las comodidades de palacio. Hasta que de pronto ocurrió. Entre la muchedumbre aparecieron los ojos negros más bonitos que jamás había visto. El pelo, negro y brillante, caía a ambos lados de su robusta cara. Tenía la sonrisa más dulce del reino. Entonces la Princesa se enamoró.


Ya no pensaba en los blandos cojines de palacio. En sus bellos peines de oro y esmeralda. En sus espejos de azabache. En su cabeza solo veía esos ojos, y en su pensamiento solo cabía esa boca. Para ella no existían maldiciones ni hechiceras, lujos ni reyes. Para ella solo estaba Él. Y para él solo estaba ella.


Ambos eran felices, pues se tenían el uno al otro. Nadie podía interponerse en su amor. Nadie podía separarlos. O eso era lo que pensaban, pues la maldición aún no se había roto.


Fue el día menos pensado cuando ocurrió. La Princesa estaba en sus aposentos, embelleciéndose para su amado. Mientras cepillaba sus cabellos, una de las gemas del peine cayó. La Princesa se agachó para recogerla cuando sintió una punzada en la mano. Una araña le había picado. Pero no era una araña normal.


En ese mismo instante olvidó todo sentimiento y comenzó a despreciar a su amado. Lo echó del castillo, lo repudió y lo humilló delante de toda la corte. Él, desesperado, no entendía lo que pasaba. Marchó, cabizbajo y dolido, mientras la Princesa reía a carcajadas. En el mismo instante en el que cruzó la puerta él la olvidó. Y ella lo recordó.


Seis largos meses lloró la Princesa. ¿Cómo había perdido a la persona que ocupaba su corazón?.
Seis largos meses rió su amado sumido en el olvido. Pero, ¿por qué se sentía tan vació?.


Un buen día la Princesita regresó a la aldea. Entre la multitud localizó a su amado, y se le rompió el corazón, pero contuvo las lágrimas. Se acercó a él e instintivamente lo besó. Lo besó con amor, pero también con desesperación. Con alegría y con tristeza. Lo besó como si fuera la última vez, y como si fuera la primera. Lo besó con el ansia de recuperar el aliento, el corazón, el alma. Y él la besó también.


Los amantes se quedaron solos, aunque rodeados de gente. Ya jamás se separarían. Pues la Princesa había aprendido a amar y a ser amada.
FIN

1 comentario:

Fran dijo...

Que bonito.....:')